Memorias panaderas

Momento PAN. A todas las personas que conozco y hacen pan en casa, siempre les pregunto si recuerdan el momento en el que se engancharon con el pan, en el que sintieron que hacer pan en casa, es un regalo maravilloso. Y casi todos, tienen ese momento guardadito.





Yo lo recuerdo con una gran sonrisa, porque además están mis hijas también en el momentazo, y el recuerdo es brutal. Hace siete años, la mayor empezó en un colegio maravilloso, en el que los niños de infantil preparan todos los días su desayuno. Y todos los jueves hacen pan. Amasan, cantan, hornean y se lo zampan después. Con aceite y sal. Un jueves tuve la suerte de ir de invitada a clase. Los niños se sentaban alrededor de  una mesa enorme de madera, un niño era el encargado de ir espolvoreando la harina en la mesa para cada uno de ellos, y otro iba repartiendo las porciones de masa.  Allí todos sentados, esperando su trozo, unas caritas preciosas. Y cuando todos tenían ya su masita, cantaban canciones panaderas ( A la una, a las dos, a las tres de la mañana se levanta el panadero con su chaqueta de panaaaaaaa…. O quién ha robado pan en el horno de San Juan? Y se iban nombrando a todos los ladroncillos pequeños) Yo les miraba fascinada… amasar, cantar,  formar, y charlar… sobre los planes para el fin de semana, sobre sus hermanos, sobre sus juegos, opinaban sobre sus panes, sobre los de los demás… no sé, pero me pareció, que aquellos niños tan felices y que aquel ambiente tan cálido tenía mucho que ver con lo que estaban haciendo, tenía mucho que ver con el pan.
Y claro, luego hornear y llenar la barriga con su pan. Redondo. Hacían algo con sentido, trabajaban, reían, y luego se lo comían.  Cada uno el suyo, que reconocían exactamente (ni idea de por qué)
Y empezamos a hacer pan en casa, así sin mucha ciencia, pero con mucho disfrute. Y luego  llego la Thermomix, y entonces no pensábamos mucho, leíamos la receta, tanto de agua , tanto de harina, esto otro de sal, al vaso, fermentación rápida en el horno templadito y listo. Y no estuvo mal, para nada. Y el olor del pan cociéndose en el horno, es algo que llevaremos siempre con nosotros.




 

En el 2007 vi una peli de la alemana Doris Dörrie, “How to cook your life”  que  acompaña al maestro Edward Brown en sus conferencias y en sus clases de cocina para comprobar que cocinar, o mejor dicho, saber cómo cocinar, es cuestión de cuidarse uno mismo y cuidar a los demás. Y ese verano la amiga con la que vi la peli, me regaló un fin de semana en Camorritos (Cercedilla)  con Julio Arroyo, que lleva la granja biodinámica Rio Pradillo, con el que pasamos dos días increíbles,  hablando sobre pan, cereales, cocina, y lo que surja. Y sentí lo mismo que aquel día con los niños. Que la gente, cuando se pone  un delantal,  se mancha de harina, y amasa junta, surge un “buen rollo “ que es una gozada.


Amasando un viernes

Y entonces, ya empiezo a cuidar un poco más la compra de harinas, de semillas y a ser más “consciente” del “como” hacer el pan que quieres en casa.
Y el pique definitivo, pues este verano, cuando una amiga (benditos amigos!) me regaló el libro de Xavier BarrigaPan, hecho en casa y con el sabor de siempre”.

Rincón panadero


Y entonces es ya la perdición. Y empiezo a buscarme excusas para hacer pan a diario, para casa, para la oficina, para mi ama sin sal, para mi amigo que viene de Oviedo para el finde, y pobre! No va a poder comprar pan en ninguuuunnnnnn sitio en Madrid, para congelar por si acaso, pan con cereales para mi Fernando el maratoniano...


Pan para maratonianos


Y el día que sé que tengo un pan fermentando para hornear por la mañana, salto de la cama feliz, sin pereza, para preparar el horno y meter el pan. Este es el de hoy, trigo & centeno.






En fin, que así estamos.
Y mientras escribo, por supuesto tengo una masa de centeno, fermentando en la cocina.

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